Admiro al hombre que permanece fiel a su conciencia, cualquier cosa que ésta le inspire.
El amor sin pecado es como el huevo sin sal.
El misterio es el elemento clave en toda obra de arte.
La ciencia no me interesa. Ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas que me son preciosas.
La moda es la manada; lo interesante es hacer lo que a uno le de la gana.
Me gusta acostarme y levantarme temprano, en eso soy antiespañol.
Soy ateo gracias a Dios.
Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que suceda después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que no cambiaba apenas. Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, pálido, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba