A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear.
A veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente es el único estado posible de las cosas.
A veces, una separación prolongada, a la vez que amortigua los rencores despierta la amistad.
Ciertos recuerdos son como amigos comunes, saben hacer reconciliaciones.
Cuando nos vemos al borde del abismo y parece que Dios nos ha abandonado, ya no vacilamos en esperar de él un milagro.
El amor es el espacio y el tiempo medido por el corazón.
El amor es una enfermedad inevitable, dolorosa y fortuita.
El deseo florece; la posesión lo marchita todo.
El deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir.
El enamorado celoso soporta mejor la enfermedad de su amante que su libertad.